Esta novela testimonio recoge con gran autenticidad el drama de la tortura, sin fabularlo con estereotipos, sino acumulando una lascerante experiencia colectiva y traduciéndola al martirio de un personaje: Javier Ruiz. Separándose del tratamiento convencional, según el cual las reacciones del torturado serían blancas o negras. El sujeto tendría valor o tendría miedo y nada más, sin proceso interior, sin ninguna batalla personal, héroes de piedra o judas de cartón. En este testimonio ocurre lo contrario: la terrible complejidad del desafío del torturado, en donde circulan tanto el coraje como el miedo en una dialéctica laberíntica que se mueve entre todos los niveles de ambos extremos. Coraje y miedo conviven, se confrontan, van y vienen, y detrás de la soledad inmensa del torturado, una vasta multitud de seres y nombres que apoyan o flaquean según los movimientos del martirio personal. Y aunque se configure en torno al sujeto una inmensa muchedumbre solitaria, la larga batalla no se pierde, sobrevive a la catástrofe.