Catalina la Grande, emperatriz de todas las Rusias / Fernando Díaz-Plaja
Idioma: Español Series Divulgación. BiografíasEditor: Barcelona, España : Booket, 2004Fecha de copyright: ©2004Descripción: 226 páginasTipo de contenido: texto Tipo de medio: no mediado Tipo de portador: volumenISBN: 8408051040Otro título: Catalina la Grande, emperatriz de todas las Rusias : la princesa que pasó de una pequeña corte alemana a zarina [Título de cubierta]Tema(s): Catalina II, Emperatriz de Rusia | REYES Y SOBERANOS -- RUSIA -- BIOGRAFIASGénero/Forma: BIOGRAFIAS Resumen: La llamaron Catalina la Grande, y lo fue en todo. Causó admiración durante su vida y aún muchos años después de su muerte. Se comentaba en toda Europa su aventurada ascensión al trono rebelándose contra su marido, el zar; sus relaciones con los intelectuales franceses, entre ellos Voltaire y Diderot, que la adoraban. Había rumores sobre los numerosos amantes que compartían su lecho, aunque nunca su poder; su astucia en política internacional, respaldada por un ejército bien organizado y fuertemente armado, la cínica duplicidad de sus declaraciones liberales para el extranjero y sus actos absolutistas dentro de su fronteras. Fue odiada por muchos y adorada por más. La ciudad de Leningrado, que en su tiempo se llamó San Petersburgo, su estatua indica la estima de un pueblo que, aún dentro de un régimen muy distinto, quiere mostrar eternamente su admiración a una mujer que lo rigió tan dura como sabiamente.Tipo de ítem | Biblioteca actual | Colección | Signatura | Estado | Fecha de vencimiento | Código de barras |
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Biblioteca Universidad Monteávila Colección general | Colección general | DK170 D5 (Navegar estantería(Abre debajo)) | Disponible | 00005607 |
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La llamaron Catalina la Grande, y lo fue en todo. Causó admiración durante su vida y aún muchos años después de su muerte. Se comentaba en toda Europa su aventurada ascensión al trono rebelándose contra su marido, el zar; sus relaciones con los intelectuales franceses, entre ellos Voltaire y Diderot, que la adoraban. Había rumores sobre los numerosos amantes que compartían su lecho, aunque nunca su poder; su astucia en política internacional, respaldada por un ejército bien organizado y fuertemente armado, la cínica duplicidad de sus declaraciones liberales para el extranjero y sus actos absolutistas dentro de su fronteras. Fue odiada por muchos y adorada por más. La ciudad de Leningrado, que en su tiempo se llamó San Petersburgo, su estatua indica la estima de un pueblo que, aún dentro de un régimen muy distinto, quiere mostrar eternamente su admiración a una mujer que lo rigió tan dura como sabiamente.
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