El presente trabajo es el estudio de ese retrato que ha dejado inmortalizada la estampa de Bolívar para la posteridad y con el cual más se identifica su figura. Entiendo bien esta materia pues la vengo tratando desde algún tiempo atrás y es el epílogo de mi largo viaje en solicitud del rostro del hombre que hemos endiosado, haciéndolo un ser de mil faces, acomodándolo a todas las circunstancias nacionales, contestando todas las preguntas de nuestra suerte y haciéndolo epicentro y medida de toda nuestra historia política y convirtiéndolo en una abstracción humana por la multiplicación de sus faces y perdiendo en ese proceso la verdadera realidad fisonómica de su ser natural. Es por lo tanto útil y necesario, para vivir en la realidad de aquel hombre, conocer principalmente su parecido para no transfigurarlo en otro personaje, a la medida de nuestras necesidades, de cualquier orden que éstas sean. De esta manera le serviremos mejor humanizando su humanidad y mostrándolo tal como en verdad fue y aboliendo la irrealidad de la magia física que se ha inventado en su alrededor.

Presiento que durante mi tiempo ya no conoceré muchos otros retratos suyos hechos del natural. Ojalá que esté equivocado, pero las condiciones que rodearon aquella vida y las vicisitudes de sus luchas en sabanas, cordilleras, aldeas, villas, ciudades y países no me dan muchas esperanzas para descubrir nuevos retratos suyos tomados del natural. En mis anteriores trabajos se podrá comprobar esta idea. Me place concluir con el presente estudio del dibujo original que le hizo Roulin, el cual, en cierta manera, impulsó mis primeros pasos durante tantos años en busca del exacto parecido del rostro de aquel gran hombre; dibujo que ha servido, principalmente, para identificar su arquetipo iconográfico para la posteridad.