Escribir sobre la capacidad del lenguaje para persuadir surgió en Grecia en el siglo V a. C. como una necesidad ante las nuevas circunstancias socio-políticas, que ponían de manifiesto la confianza en la razón como generadora de conocimientos teórico-prácticos sobre la realidad. Partiendo de esta base, Aristóteles consideró que todo podía ser investigado, primero mediante el acopio de los datos o hechos evidentes (phainómena), para luego teorizar y subrayar sobre ellos los puntos relevantes y, como última instancia, extraer de esta teoría conclusiones que permitieran una aplicación práctica que resultara correcta y exitosa. Con este fin surgió la Retórica, que es un tratado sobre las artes del discurso, o sea, sobre las técnicas del arte de hablar. A través de un enfoque más sofístico (lindando con la dialéctica, la política y la ética) implementó una concepción que no sólo buscaba persuadir al otro, sino que permitía evaluar la realidad y tomar las decisiones más correctas para conseguir el fin deseado.