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El Tiempo está hoy empeñado en su modernización, o sea en ponerse al día con el vertiginoso desarrollo de la industria de la informática y las enormes posibilidades de la tecnología de la multimedia. Pero semejante desafío, con significado especial en un país atrasado, no subordina la conservación de su carácter esencial de ser ante todo un periódico al servicio de Colombia. Lo cual supone el incremento de un capital acumulado de credibilidad, al tiempo con la incorporación de exigencias crecientes que ha hecho más complejo el oficio de informar y orientar todos los días a la opinión. Algunos de estos requerimientos se han ido plasmando -luego de un estudio cuidadoso de la experiencia de publicaciones acreditadas de todo el mundo en este campo- en este Manual de estilo, que resume y propone en forma sencilla y didáctica los deberes del periodista de EL TIEMPO y, por así decirlo, las reglas de juego de su trabajo. Al tiempo que unifica cuestiones de presentación que se prestan a confusión de interpretaciones personales, el Manual que hoy se entrega a los colegas y a su principal beneficiario, el lector de periódicos, es en cierta manera un código de lo que es y busca EL TIEMPO, para estar a la altura de ese plebiscito diario que constituye la aceptación de compradores y suscriptores, a que aspiró someterlo constantemente su propietario y director por muchos años, Eduardo Santos. Esta edición del Manual tiene también la novedad de incorporar, en el capítulo de Los Principios, una serie básica de normas éticas que, según el criterio de las directivas, debe regular el comportamiento del periódico y del periodista frente al lector y a la comunidad a la que pertenecemos. De acuerdo con la tendencia del periodismo moderno, este Manual enfatiza en los diversos aspectos relacionados con la ética y reitera el empeño del periódico en mantener una relación de transparencia con sus lectores.