Un plagiario toma posesión de un manuscrito, poco antes de que su autor lo entregue a la editorial. El autor, celoso guardián de sus trabajos inéditos, había sido el único lector de su texto titulado Arenales. A los pocos días muere, luego de ser atropellado por un vehículo. Un tiempo después, una mediocre novela, titulada La tentación del abismo es premiada en España con un galardón de gran renombre. La publicación es exitosa. Llueven las críticas favorables. Es reeditada rápidamente. La única persona que podía hacer la acusación de plagio había muerto. No había borradores que delataran el delito. Nada. Pero entre los múltiples recursos narrativos había uno que iba a hacer su aparición en el caso: el autor verdadero empleó el intertexto íntimo; casi secreto, conformado por párrafos tomados de una carta privada que una amiga le había enviado. A partir de este descubrimiento, la historia toma un giro inesperado y atractivo que lleva al lector a un cierre memorable.