"Podría tildarse ahora de excesiva la producción de doña Gertrudis; correspondió a su tiempo, y no se dejó avasallar por temperamentos ni férulas extrañas. Confunde a la crítica póstuma su dualismo esencial: cubana y española, mujer de mundo y de pensamiento, sensible y conceptual, clasicista y romántica; todo esto cabe en un artista y todo en una personalidad tan avasallante como la de esta escritora a quien Cuba no ha cobijado con el amor debido, quizás pensándola más peninsular que isleña mas flor de corte que de colonia, más señoril que tropical, aunque, hecho el balance de vida y obra, ambas notas, ambos extremos se equilibran y corresponden en ella. Educada en la poesía personal pero todavía neoclásica de Meléndez Valdés y de Quintana, nunca se desató de esos lazos y, ya en su plenitud, siguió admirando a Gallego y a Lista. Su romanticismo fue, pues, eléctrico, El velo con que la mujer cubre sus sentimientos más ardientes, y el otro velo que la grandilocuencia echaba desde fuera, sobre la desnudez del alma, no alcanzan nunca a velar del todo su sinceridad. Su lirismo no es el chorro sereno de un surtidor de jardín, sino una fuerza natural en libertad."